31 enero 2010
JL: En mi opinión existe una conexión entre la ausencia de valores deportivos y la crisis económica. Si comprendemos que al final todo es consecuencia de la actitud y de las conductas que la siguen, lo veremos claro.
Los que practicamos deporte sabemos que no existen ganancias sin esfuerzos, que no se puede conseguir un record en poco tiempo, que los deseos no son nada sin un plan inteligente y sostenible, que el esfuerzo debe ser constante, que si te detienes pronto se pierde todo lo alcanzado, que los riesgos y los sobreesfuerzos deben ser controlados, que si ganas sin respetar a los demás tendrás que celebrar la victoria en solitario y rezar para no perder jamás, y que la mejor recompensa no es el talón en metálico sino experimentar sensación de orgullo personal por lo logrado jugando limpio. También sabemos que el que no acepta estas normas y quiere tomar atajos o hacer trampas acaba provocando dolor a sí mismo y a su alrededor; pierde todo lo que ha obtenido y hace perder a los que con él hicieron equipo. Crisis.
Si bien estos valores no están de moda, y por tanto poco han podido hacer para evitar que caigamos todos al precipicio, el deporte sí que puede a nivel individual ayudarnos a combatir los efectos desmoralizadores del desempleo o la pérdida del negocio.
Para empezar, implicarnos regularmente en la práctica de deporte nos obligará a establecer algún pequeño objetivo personal y realizar alguna planificación de la actividad. Esta a su vez proporcionará inevitablemente cierta estructuración a nuestro tiempo y cierto sentido de propósito a nuestros actos, cosas ambas que se pierden cuando cesamos una actividad laboral y nos producen desorientación.
Por otra parte la práctica de deporte produce efectos sobre nuestra autoestima. La autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos: positiva o negativa. La práctica deportiva beneficia un autoconcepto positivo ya que favorece una imagen personal atractiva, mejora nuestra apariencia física, incrementa la seguridad personal, nos proporciona mayores niveles de energía y vitalidad, un mejor sueño o un descanso más tranquilo, mejor humor, sensación de poder interno, orientación, confianza en las propias capacidades, y sentimiento de utilidad. Todo esto facilita las relaciones con el entorno: ganamos en optimismo, agradabilidad, sociabilidad, y asertividad. Sin duda esto incrementa nuestra empleabilidad futura. Os aseguro que estas cuestiones son parte del curriculum oculto y son apreciadas.
El deporte nos enseña que tanto los éxitos como las derrotas son resultados posibles, y que estos dependen directamente del esfuerzo y características personales. Aprendemos que tenemos capacidad para cambiar nuestro destino. Aprendemos también a mantener una visión longitudinal de nuestra autopercepción, ya que esta no debe estar en función de éxitos o derrotas momentáneas, sino más bien que la vida es una carrera de fondo en la que tenemos tiempo de mejorar nuestros resultados si nos planteamos objetivos retadores y realistas. Aprendemos a que querer es poder. Esta visión es un antídoto contra la depresión.
En fin, imaginaos que esto lo enseñaran en los colegios y en las Escuelas de Negocios.
Así es que ya sabéis, elegid vuestra disciplina y os querréis más!!!!!
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Muy buen post!
La culpa es de las endorfinas que segregamos al hacer un esfuerzo físico, que nos produce una sensación de tranquilidad y alegría incomparable con ningún antidepresivo.
Nos sentimos más enérgicos y poderosos, más sanos, mejor con nosotros mismos, sonreímos más, somos más sociales, y con todo ello, ganamos en confianza y autoestima.
Claro, al final, toda esta cadena de efectos secundarios hace que nos convertimos incluso en "adictos" al deporte: una buena droga a la que engancharse, ¿no creéis?