IVAN: El mar Mediterráneo. La foto que veis a la izquierda sin belleza alguna, ni nada especial, lo es a los ojos del desconocedor de nuestras sensaciones, esa foto ha sido el primer momento, y lo digo adueñándome a conciencia de la nomenclatura que los Romanos le pusieron, que hemos visto el “Mare Nostrum”. Sí señor, el mar que me ha acompañado durante toda mi vida, puesto que he nacido, he crecido, he jugado y tantos “hes..” más, junto a él. Así que imaginaros la reacción de mi piel y mi vello al verlo después de tantos kilómetros recorridos.

Lo cierto es que en el reencuentro no todo han sido alegrías, puesto que este mar suele venir acompañado de toda clase de brisas y vientos, que hoy han sido especialmente extraños, las primeras horas los hemos soportado de cara, luego laterales y al medio día de culo. Por lo que nos ha perjudicado, nos ha mareado y al final nos ha beneficiado. Bueno, es algo con lo que contábamos, además y agradeciéndole a mi tío que me recordó por facebook lo que Serrat diría:

Adicionalmente a la sensación de ver el Mediterráneo y prácticamente paralela a ella, ha venido la sensación de sobrecogimiento que nos ha entrado al ver los pirineos, esa barrera natural que nos separa de nuestra tierra. De hecho la ruta de hoy ha pasado por Narbona y Perpiñán, terreno llano durante unos 100 kilómetros, los cuales una vez hechos y evitando la Junquera hemos dejado para dirigirnos hacia la boca del lobo, unos pirineos totalmente cubiertos de Nubes y con cortinas agua, que ya 10 kilómetros antes se divisaban claramente, era la crónica de una muerte anunciada, nos íbamos a mojar, y mucho.

Efectivamente, cuando llevábamos 5 kilómetros de ligera ascensión ha empezado a llover. En seguida brazos, piernas y cara se han empapado, seguidamente la ropa ha calado junto con los zapatos y los calcetines. Como el post de hoy va de sensaciones, nos os podéis imaginar la sensación de después de 100 km de bici, que se ponga a llover mientras estas empezando a subir un puerto con fuerza en las piernas, mientras las gotas te golpean la cara, notas los pies calados y los brazos y piernas chorrean agua por los cuatro costados, es una sensación brutal, casi inmejorable. J.l. y yo hemos hablado en alguna ocasión de las sensaciones que el deporte te proporciona, y él, en una de ellas me comento la conversación que mantuvo con un médico deportivo que haciéndole referencia a estas, le venía a decir que las sensaciones que un deportista en pleno ejercicio físico experimenta, están muy por encima de las sensaciones que puede tener el resto de los mortales, incluyendo aquellos que en busca de ellas toman drogas o otras sustancias que las facilitan. Estas, como ya dije en un post anterior, están reservadas, para aquellos “tontos” que dejan de lado (aunque sea sólo por un tiempo) las fiestas nocturnas, el alcohol y los divertidos botellones, y se dedican a madrugar y a pegar duro.

Para acabar deciros que esta noche dormimos en un pueblecito pre-pirenaico, mañana nada más empezar, nos espera la MONTAÑA con mayúsculas, mañana subimos a una cota de 1600 metros (estamos a unos 250), con Paco y las bolsas, así hoy toca descansar y desear que mañana los músculos funcionen como hoy. A se me olvidaba, y esperar que Paco este seco, porque así se ha quedado a la llegada al hostal.